Cuando hablamos de producir un evento o un concierto, la primera gran tarea no es contratar artistas, buscar patrocinadores o elegir un venue: lo primordial es definir el concepto real del evento. Esta es la base sobre la cual se construirá toda la producción. Sin un concepto claro, cualquier decisión posterior se convierte en un tiro al aire. Con él, cada acción —desde la dirección de arte hasta la logística— tendrá una brújula que guíe al equipo.
El concepto es la semilla
El concepto responde a preguntas esenciales: ¿qué se quiere transmitir al público? ¿Cuál es la experiencia que queremos que vivan los asistentes? ¿Cuál es la meta que se intentará conseguir? Al responderlas, se traza una narrativa que marcará la diferencia entre un evento común y uno memorable. No basta con decir “queremos hacer un concierto de rock”; es necesario definir si será un concierto íntimo para fanáticos de culto, un festival masivo que convoque a varias generaciones o un espectáculo conceptual que combine música, artes visuales y performance.
Este paso es crítico porque de aquí surgirán todas las demás decisiones. Por ejemplo, si el concepto es crear una experiencia inmersiva, la dirección de arte deberá apostar por escenografías interactivas, iluminación envolvente y recursos tecnológicos como pantallas LED o mapping. En cambio, si la meta es destacar la cercanía con el artista, el diseño del escenario tendrá que acercarlo lo más posible al público, reduciendo la distancia física y potenciando la conexión emocional.
La logística también se ve directamente influenciada por el concepto. Un evento de gran escala requiere coordinación con autoridades locales, planes de movilidad y seguridad, mientras que un evento boutique puede enfocarse en locaciones más exclusivas y en una experiencia gastronómica o de confort más personalizada. Incluso aspectos como la duración, el tipo de boletaje o la elección de proveedores están condicionados por esa primera definición.
La comunicación la define el concepto
Definir el concepto también tiene impacto en la comunicación. La estrategia de marketing, el tono de los mensajes y el tipo de imágenes que se usarán para promocionar el evento dependerán de lo que se quiera transmitir. Por ejemplo, no se promociona igual un festival alternativo que un espectáculo de música clásica. El público necesita identificar, desde el primer anuncio, el ADN del evento.
En resumen, el concepto es la semilla de todo proyecto de producción. A partir de él se eligen los artistas, el venue, los patrocinadores y hasta los canales de difusión. Saltarse este paso es arriesgarse a tener un evento sin identidad, incapaz de conectar con la audiencia. Por eso, el productor debe dedicar tiempo, energía y creatividad a este proceso.
Sigue esta serie de Manual del Productor de Eventos y Conciertos
En esta segunda entrega del Manual del Productor de Eventos y Conciertos, la lección es clara: antes de cualquier contratación, define el concepto real de tu evento. Es la clave que hará que todo lo demás tenga sentido y que el resultado final sea más que un espectáculo: una experiencia que quede grabada en la memoria del público.