Spotify vive una crisis. La plataforma de streaming más grande del mundo se encuentra en el centro de un boicot internacional impulsado por artistas y usuarios que denuncian sus vínculos con empresas de tecnología militar y su apuesta por la inteligencia artificial en la música. El rechazo no solo apunta a la responsabilidad ética de la compañía en conflictos armados, sino también a la manera en que la IA amenaza el trabajo creativo dentro de la industria musical.

Inversiones de Spotify

El origen de la polémica está en las inversiones de Daniel Ek, CEO de Spotify, en Helsing, una empresa europea dedicada al desarrollo de software militar e inteligencia artificial para aviones de combate y drones. Diversos colectivos culturales han denunciado que los ingresos generados por la música de los artistas terminan indirectamente financiando la guerra y tecnologías bélicas que profundizan los conflictos en Europa y Medio Oriente. Esta revelación detonó un fuerte movimiento de rechazo bajo la consigna de que “la música no debe financiar la guerra”.

La respuesta de la comunidad artística ha sido contundente. Massive Attack, pioneros del trip hop británico, anunciaron la retirada de todo su catálogo de Spotify como parte de la campaña “No Music For Genocide”, que ya reúne a cientos de músicos y sellos independientes. El grupo de Bristol afirmó que los artistas no pueden cargar con el peso moral de que su trabajo creativo sostenga “tecnologías letales y distópicas”. A ellos se suman nombres como King Gizzard & The Lizard Wizard, Deerhoof, Godspeed You! Black Emperor, entre otros, que abandonaron la plataforma en señal de protesta.

“No Music For Genocide” el boicot a Spotify

Otros referentes musicales como Paramore y Björk también levantaron la voz. Aunque no todos han retirado su catálogo, critican duramente el uso de IA generativa en la música y los presuntos fraudes de reproducción que favorecen a contenidos automatizados en detrimento de los músicos humanos. Estas denuncias han reforzado el descontento, sumando a artistas y usuarios que consideran que Spotify ya no representa un espacio justo dentro de la industria musical.

El impacto económico del boicot ya se deja sentir. Según reportes de prensa internacional, Spotify enfrenta pérdidas millonarias en bolsa, caída en suscriptores y una fuerte crisis de reputación que amenaza su modelo de negocio. Los inversionistas temen que la desconfianza crezca mientras más artistas retiren su música, lo que reduce el atractivo del catálogo de la plataforma. Además, la presión pública podría obligar a la empresa a replantear su estrategia de expansión tecnológica y sus alianzas comerciales.

En resumen, el boicot contra Spotify concentra varias de las tensiones que marcan la actualidad de la industria musical: el rechazo a la complicidad con la guerra, la resistencia al dominio de la inteligencia artificial y la exigencia de un trato más justo hacia los creadores. Lo que comenzó como una protesta de algunos artistas se ha convertido en un movimiento global que cuestiona el futuro del streaming y obliga a la compañía a enfrentar la pregunta central: ¿puede Spotify sobrevivir si pierde la confianza de quienes hacen posible la música?

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